Invasión de Cuba a Panamá

Invasión de Cuba a Panamá en 1959 “La historia que el régimen no cuenta”

“La invasión de las tropas cubana a Panamá marcó el auge posterior de grupos guerrilleros y terroristas en América Latina como parte de la estrategia cubana de exportación de la revolución”

El gobierno de Cuba siempre ha mostrado a la opinión pública internacional una imagen totalmente distorsionada que dista mucho de la realidad y mucho menos habla ni enseña en la historia las invasiones y participación en conflictos armados.

En el mes de abril de 1959 envalentonados con la derrota de Fulgencio Batista en Cuba, Fidel Castro planeaba replicar dicha revolución en otras naciones y fue el 19 de abril de ese año cuando zarpa del puerto de Batabanó el buque Mayaré con 82 cubanos, 2 panameños y un estadounidense, estos iban liderados por el cubano César Vega.

Entre los integrantes de la expedición iba un médico, cuatro enfermeros (una mujer) y cuatro expertos en bombas, quienes portaban uniformes de fatiga verde olivo y gorra del mismo color.

La embarcación portaba seis aparatos de radio portátiles, 37 ametralladoras, 32 carabinas y rifles, diez granadas de mano, 17 pistolas y revólveres y seis equipos portátiles de radiocomunicación, según la información publicada por la prensa de la época.

Recorte de periódico sobre la invasión de Cuba a Panamá

Esta invasión fue el primer intento de exportar la revolución cubana a otros países mediante el uso de la guerra de guerrillas​ y marcó un punto de inflexión para diversos medios de comunicación y sectores políticos en Estados Unidos y Latinoamérica con respecto a las intenciones de Fidel Castro y la revolución cubana.​

La invasión de las tropas cubana a Panamá marcó el auge posterior de grupos guerrilleros y terroristas en América Latina como parte de la estrategia cubana de exportación de la revolución y la conquista del poder en el contexto de la Guerra Fría.

En los primeros días de abril, surge en la Serranía de Tute (Panamá) un alzamiento de jóvenes deseosos de derrocar el régimen de gobierno, pero en dos semanas fue desarticulado, terminando en cuatro rebeldes muertos y quince en las cárceles.

La madrugada del 12 de abril, una docena de hombres enmascarados atacaron el puesto de la Guardia Nacional en Boquete, provincia de Chiriquí, para robar municiones y retirarse a las montañas, con dos guardias como rehenes.

Posteriormente el 14 de abril, en el poblado de Salud, provincia de Colón, cuatro revoltosos armados de metralletas capturaron a un guardia de apellido Hernández, lo desarmaron y lo obligaron a servirles de guía hacia el Río Indio.

Ese mismo día, a las dos de la tarde, otro grupo lanzaba frente al Teatro Colón, en la ciudad del mismo nombre, una bomba molotov, causando confusión entre los residentes y comerciantes.

Ya desde el 16 de abril, el Órgano Ejecutivo daba la noticia de que en los próximos días Panamá sería el objetivo de una invasión de mercenarios extranjeros organizados por el panameño Roberto Tito Arias, quien era el sobrino de Arnulfo Arias Madrid, expresidente de Panamá.

“El Órgano Ejecutivo deja constancia de que este proyecto siniestro se halla en constante y directa armonía con la línea de conducta que desde hace algún tiempo (…) vienen siguiendo conocidos elementos de la prensa y de la radio, (…) para crear en Panamá un clima de nerviosidad y agitación con el fin de hacer más fácil el éxito de la aventura mercenaria”.

Ese mismo día, la Corte Suprema de Justicia hacía un llamado a la población a “desoír los constantes llamados a la violencia que se hacen a través de la radio y la prensa y mantenerse una actitud serena”.

Es mismo 19 de abril, un cable noticioso de la agencia France Press confirmaba la advertencia del Ejecutivo. El cable recogía las declaraciones del panameño Rubén Miró, quien anunciaba que antes de la primera semana de mayo grupos armados invadirían Panamá desde varios puntos del hemisferio.

La intención era derrocar al gobierno de Ernesto de la Guardia antes del 22 de mayo, fecha en que se cumplía un año del aniversario del “asesinato de 8 estudiantes panameños ordenado por el coronel Bolívar Vallarino y el presidente de la República Ernesto de la Guardia”.

El desembarco de los guerrilleros

El líder del movimiento era el panameño Enrique Morales, hijo del magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Panamá.

Morales tenía 25 años de edad y había dejado sus estudios de derecho en la Universidad de Panamá para dedicarse a las actividades revolucionarias. El año anterior había liderado las protestas estudiantiles que habían resultado en tragedia para varias familias panameñas.

Como jefe de la misión de las fuerzas invasoras, al llegar a las costas panameñas, la noche del 25 de abril, a Morales correspondió desembarcar en primer lugar, en un pequeño bote salvavidas con capacidad para cuatro personas. Con él, subieron tres cubanos.

Morales iba vestido con su uniforme de fatiga y portaba en el brazo una identificación que lo acreditaba como miembro del “Movimiento 22 de Mayo”, una pulsera con el número 22. Antes de subir al bote había tomado todas sus armas y cargado su cinturón de municiones.

Sin embargo, ante un cielo nublado y un clima con fuertes, había resaca que, al avanzar unos cuantos metros, el bote se volteó y los ocupantes se hundieron. Tres de ellos no volvieron a sacar cabeza.

Desde el Mayaré, intentaron ayudar a las víctimas, pero nada pudo hacerse. Los hombres estaban desolados. Una de las víctimas era Morales, comandante de la expedición y el único que conocía bien la misión y el terreno.

A cargo quedaba el segundo al mando, el cubano César Vega, quien nunca había estado en Panamá.

Ante esta situación y con los hombres, desmoralizados, a lo que se le sumó no saber dónde se encontraban, se dividieron en varios grupos. Unos se dirigieron a las montañas, tratando de establecer la base para un levantamiento, en un patrón similar al de la revolución cubana.

Otros fueron hacia el área de Chepo. La mayoría tomó la ruta de Nombre de Dios, un poblado pesquero de mil habitantes.

El 27 de abril de 1959 el coronel Bolívar Vallarino dio una conferencia de prensa donde denunciaba la invasión y presentando a tres prisioneros capturados (dos cubanos y un panameño). El 28 de abril, una comisión de la OEA llegó a Panamá.

Los invasores en Nombre de Dios, al ser rodeados por la Guardia Nacional, exigieron ser llevados a Cuba desde Nombre de Dios, a lo que el gobierno de Panamá respondió negativamente solo aceptando «la rendición incondicional de los invasores».

Finalmente, el 1 de mayo, cuando se preparaban para atacar Nombre de Dios, llegó un mensaje de los invasores diciendo que se rendían. ​ El motivo de su rendición fue que Fidel Castro les dijo que lo hicieran.

 Tras el fracaso de la invasión, el Che Guevara se justificó e hizo una declaración donde dijo que Cuba exportaba ideas revolucionarias, pero no la revolución en sí misma. ​ Por su parte, Raúl Castro se reunió con Fidel Castro para notificarle de los resultados de la operación.

El dictador Fidel Castro, que había viajado a Estados Unidos, calificó la invasión de «vergonzosa, inoportuna e injustificada», en un intento de tomar distancia sobre la responsabilidad de la invasión a Panamá.

El gobierno cubano ofreció garantías a Panamá de que una situación similar no se repetiría.

La invasión de Cuba a Panamá, fue el primer paso que llevó al enfriamiento de relaciones de la isla con los Estados Unidos y el posterior auge de grupos guerrilleros en América Latina como parte de la estrategia cubana de exportación de la revolución, ​ que se formalizó con la creación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) y la posterior incursión del “Che” Guevara en Bolivia.

Las ideas del «Che» Guevara, junto a la ayuda cubana, guiaron las agrupaciones guerrilleras en Centroamérica y América del Sur.

Sin embargo, esta es una de las muchas intervenciones que ha hecho el régimen comunista cubano, que intervino en múltiples guerras en África, Europa y apoyo a las guerrillas en toda la América Latina.

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