“Sí, cansados, pero no derribados. Sí, silenciados y asfixiados, pero dignos. Sí, casi muertos, pero aún con vida… Y sobre todo confiados en que Dios, dijo Nadieska Almeida en su reflexión”

La Madre Superiora de las Hijas de la Caridad en Cuba, Sor Nadieska Almeida Miguel, hizo un llamado a los cubanos a través de su perfil de Facebook este jueves, justo cuando se celebraba el día de Santiago Apóstol, quien fuera asesinado por seguir a Jesús.

La madre Nadieska, reflexionó sobre el significado de esa fecha y el contexto actual en que esta viviendo el pueblo de Cuba, y el sufrimiento por el que está atravesando el pueblo bajo una dictadura castrista.

“Qué regalo el de la Palabra de Dios, hoy que toda la Iglesia celebra a Santiago Apóstol, quien fue asesinado por seguir a Jesús. Fue testigo directo del Maestro, conoció sus modos concretos, su radicalidad, su confianza en el Padre”, escribió Nadieska en una reflexión que tituló “SI, PERO NO”.

Así mismo la religiosa cubana, explicó que Santiago Apóstol fue un “hombre que descubrió que seguir a Jesús implica jugarse la vida y asumir hasta las últimas consecuencias esa adhesión a su proyecto del Reino”.

De igual forma Nadieska mencionó otra parte de la Escritura, que de igual modo se había propuesto en ese día, refiriéndose a la segunda carta de San Pablo a los Corintios:

“Por todas partes nos aprietan, pero no nos aplastan; andamos con graves preocupaciones, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no desesperanzados; derribados, pero no aniquilados; llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de Jesús, para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús” (2Cor 4, 8-10).

Es uno de los textos que, en el contexto en que estamos viviendo en nuestro amado y sufrido país, más nos invita a optar decididamente por el bien en medio de la angustia, del cansancio, del agobio; nos trae una profunda y clara invitación a no perder la esperanza, apuntó Nadieska Almeida.

Duele mucho por lo que nos están haciendo atravesar como nación. Taladra permanentemente el alma tanto desconsuelo, tanto abuso, tanta precariedad y represión. Como los primeros cristianos que fueron sometidos hasta la muerte, nosotros, creyentes y no creyentes, llevamos años de llantos amargos, de silencios impuestos, de hambre compartida, de miedos evidentes y disfrazados, expresó la madre superiora.

Seguimos llevando en nuestro cuerpo el sufrimiento de Jesús, vamos también cansados y sin fuerzas para enfrentar cada amanecer, agregó.

De igual forma se refirió a las nuevas leyes y reformas aprobadas por la dictadura castrista, las cuales dijo que nos ahoga en nuestra existencia y lleva a los cubanos “a la huida, al abandono de lo nuestro, a abrirnos a lo que nos rompe al dejar atrás a los más queridos sin saber a ciencia cierta qué encontraremos en otras tierras”.

Y hoy san Pablo nos transmite esta palabra de esperanza, y esa es mi fortaleza y el sentido que me anima y que comparto: no perdamos la esperanza, no nos dejemos robar la esperanza, todo tiene un final, y siempre triunfa la Vida, siempre triunfa el Bien, aseguró Nadieska.

La religiosa agregó que, a pesar de todo, “No quiero rendirme, quiero seguir creyéndole a Dios, quiero aferrarme tercamente a la esperanza”.

Es una realidad innegable que estamos en los peores momentos de nuestra nación, y aun así hay un poder dentro de nosotros, los que no tenemos otros poderes. Tenemos el poder de negarnos a que nos quiten nuestros suspiros de vida, agregó.

Tenemos dentro la libertad de apostar por ser mejores personas, de decir lo que sentimos sin aplastar ni permitir que nos aplasten. No hay poder mayor que liberarnos conscientemente de nuestros miedos y disfrutar de la vida que emerge desde adentro, de la fuerza que brota al decir una verdad, reclamar serenamente un derecho y caminar haciéndole frente a tanta injusticia.

“Y es que esta fuerza extraordinaria procede de Dios y no de nosotros”, citó Nadieska. Entonces miremos la historia, enfoquemos la mirada, afinemos el oído y seamos constructores y protagonistas de un mejor momento, porque es nuestro derecho, porque la esperanza cierta nos hace optar por la Vida.

Sí, cansados, pero no derribados. Sí, silenciados y asfixiados, pero dignos. Sí, casi muertos, pero aún con vida… Y sobre todo confiados en que Dios permanece a nuestro lado, camina con nosotros, le duele el dolor de nuestro pueblo y nos sostiene.

Esa es y debe ser por siempre nuestra fuerza y la razón de nuestra esperanza. Así lo creo, así lo pido para todos, concluyó Nadieska Almeida.

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